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La historia que
hay detrás…

A comienzos del siglo pasado, los ovetenses cultivaban su afición por la música en el Teatro del Fontán, con sus representaciones de ópera y zarzuela, o en los conciertos que organizaba la Banda de Música Santa Cecilia, dirigida por Víctor Sáenz, profesor y compositor queridísimo por varias generaciones de pianistas ovetenses. El gusto por el divino arte llevó a un grupo de ilustres aficionados a organizar un pequeño ciclo de conciertos, que sería el germen de la Sociedad Filarmónica de Oviedo. De este modo, en mayo de 1906 se celebró una serie de cuatro conciertos, protagonizados por el Cuarteto Francés y el pianista Saturnino Fresno. Estos conciertos, con gran éxito de asistencia, inauguraron el antiguo Teatro Celso –después llamado Teatro Jovellanos–, que se ubicaba junto al actual Hotel España.

El público demandó a los organizadores continuar con su iniciativa, de modo que se constituyó la Agrupación Musical Ovetense, asociación formada por treinta y cuatro señores, cuyo fin fue preparar la constitución de la actual Sociedad Filarmónica. El día 2 de marzo de 1907 se celebró la oportuna reunión en el Casino, eligiéndose una Junta compuesta por Rafael Balbín, el Marqués de Valero de Urría, Plácido Álvarez-Buylla y González-Alegre, Enrique Urios y José Ureña. Así, en mayo se celebraron otros cuatro conciertos, con la cooperación del Cuarteto Francés, el pianista Saturnino Fresno y Francisco González. En vista del entusiasmo que su anuncio despertó entre los ovetenses, la Agrupación Musical juzgó que ya podía avanzarse hacia la constitución de la Sociedad Filarmónica, que nació como tal el 30 de abril.

De este modo, los conciertos de la Sociedad Filarmónica se inauguran en junio de 1907, a cargo de la Agrupación Artística Filarmónica de Madrid, que dirigida por Eduardo Escobar ofrece dos conciertos en el Teatro Campoamor, donde se escuchan obras de Wagner, el «Septimino» de Beethoven y la “Suite nº 2” de “La Arlesiana” de Bizet. Los conciertos se reanudan en noviembre, ya que durante el verano no se estima conveniente continuar la temporada. Esta conducta permanece hasta la actualidad en la programación de la Filarmónica. El Trío Femenino de París recoge el testigo musical, y ofrece obras de Beethoven, Schumann, Saint-Saëns y Brahms, además de una versión de la obertura de “Tannhauser”, que interpreta la pianista de la formación. El quinto concierto lo protagonizó el pianista Carlos Salcedo, concluyendo el año 1907 con una sexta cita, que reunió a dos grandes: el barítono Ignacio Tabuyo y el pianista y compositor Joaquín Larregla.

Revisando el archivo de la Filarmónica, se pone de manifiesto la gran altura de los artistas invitados. En enero de 1908, se presenta Manuel de Falla, como primer nombre de un Trío, del que también forma parte uno de los más famosos violinistas españoles, Antonio Bordas, y el violonchelista Mirecki. Falla regresa a la Filarmónica en 1917, entonces como pianista. También destaca la actuación del asturiano Saturnino Fresno, como pianista con el Cuarteto Francés. Más adelante, hay que recordar el paso del famoso pianista Emil Sauer, que toca la «Appasionata” por primera vez, además de obras de Liszt y de Chopin.

En 1909 comienza la temporada con el famoso Cuarteto Rosé y, en primavera, se presenta el prestigioso Trío formado por Cortot, Thibaud y Casals. Deben anotarse también los dos conciertos del pianista Risler, que incluye, como novedad en esta época, una obra de Saint-Saëns y otra de Debussy. Otro hecho destacable fue la presentación de la Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por el maestro Arbós, cuya visita en verano será habitual durante muchos años, hasta llegar a ofrecer 107 conciertos en total. En los conciertos de esta orquesta, el público solía esperar la jota de «La Dolores” de Bretón, pieza en la que el trompeta Cotonel arrancaba las ovaciones de los socios.

Entre otras visitas importantes por las mismas fechas, destaca la joven clavecinista Wanda Landoswska, que ofrece un concierto tocando el clavecín y el piano. En los años siguientes, pasean repetidamente por la Sociedad nombres ilustres como Risler, Sauer, el violinista Juan Manén –muy admirado por los filarmónicos ovetenses–, Joaquín Nin, el violinista Quiroga acompañado de lturbi, Pilar Bayona, etc. Además el pianista Rubinstein, aprovechando una de sus estancias en Oviedo, acompaña a un jovencísimo Gaspar Cassadó (16 años), violonchelista que hasta su muerte será asiduo de la Filarmónica. Otra gran figura musical domina el panorama en 1929: Respighi. Famoso compositor –estrena aquí su “Sonata para violín y piano”–, llega como pianista del Cuarteto Veneciano y acompañando además a su esposa, eminente soprano. Tampoco hay que olvidar la visita del intérprete y compositor Alberto Cassella.

En esta primera época visita también la Filarmónica el violinista Jacques Thibaud, acompañado por nuestro gran Enrique Granados. El compositor español perecerá en marzo de 1916 en el Atlántico, al ser torpedeado el Sussex, barco en el que el matrimonio regresaba del estreno neoyorquino de la ópera “Goyescas”. La tragedia conmovió al mundo artístico de Europa y América, y a favor de los huérfanos se organizó una suscripción internacional encabezada por el Rey Alfonso XIII, y llevada a cabo en Oviedo bajo dirección de la Filarmónica.

En la programación de las dos primeras décadas de la Filarmónica domina la música de cámara. Esta tendencia continúa en la actualidad, siendo además una seña de identidad en la programación de la Sociedad, dentro de la oferta musical ovetense.

Hay que señalar dos hechos que interrumpen la historia de la Filarmónica: la Revolución de octubre de 1934 y la Guerra Civil Española. Como consecuencia del primero, los conciertos se retoman en diciembre de 1934, tras reorganizarse el archivo de la Sociedad después del incendio del Teatro Campoamor. Allí se encontraban las oficinas y el piano de la Filarmónica, adquirido a plazos entre 1911 y 1914. El desencadenamiento de la Guerra Civil, en el verano de 1936, interrumpe la vida de la Sociedad, que no reanudará sus sesiones musicales hasta el 26 de Octubre de 1939.

Estas circunstancias producen un descenso del número de socios, lo que sin embargo no afecta a la calidad de la temporada, que incluye en 1935 la visita de Rachmaninoff, ya entonces gloriosa figura como intérprete y compositor, que toca un Steinway que le proporciona la propia casa de pianos. Pocos meses después, el admirado Rubinstein estrena el nuevo piano de la Filarmónica –un Bechstein de gran calidad–, en un concierto en el que suenan las “Danzas” de Falla, además de Chopin.

Tras la Guerra Civil, se reanuda la actividad con Leopoldo Querol, en un concierto emocionante ante un teatro lleno. Días después, aparecía una mañana en las oficinas de la Sociedad, un joven alto, delgado, cetrino, que venía de pasar la noche en el tren. Se trataba del pianista acompañante de quien debía actuar ese día, el violinista Asiaín, que no había podido acudir por enfermedad. Así, el pianista se ofrece a dar un recital para evitar que la fecha quedara vacía. El programa incluye nada menos que «El Carnaval” de Schumann. Este pianista era Ataulfo Argenta, que debuta entonces en la Filarmónica. Argenta volverá a actuar en solitario en la Sociedad y más tarde volverá repetidamente al frente de la Orquesta Nacional y de la Orquesta de Cámara de Madrid. Su nombre permanecerá ligado a la Filarmónica hasta su muerte.

El piano es uno de los instrumentos imprescindibles en la historia de la Sociedad. Escuchamos a figuras nacionales como Rosa Sabater, Pilar Bayona, Manuel Carra, o Alicia de Larrocha, habitual en la programación desde 1947. Además destacan otras figuras locales, como Ángeles Abruñedo y Purita de la Riva, que se presenta con doce años, en 1945. Por supuesto, recordamos a Iturbi, que ofreció su último concierto en 1957 por las Bodas de Oro de la Sociedad, y Achúcarro, que debutó a los 24 años en Oviedo, y le ha sido concedida la Medalla de Oro de la Sociedad. Entre los extranjeros, citamos a Benedeti, que cambia íntegramente su programa a su llegada a la Filarmónica, con sólo veinte años; y Niedzelki, que entusiasma con un programa dedicado a Chopin. Debido a su éxito, organiza por su cuenta otro concierto a taquilla abierta, en el mismo Teatro Principado. Otro pianista que sorprende es Aeschbacher, por su musicalidad; la autoridad de Loyonet produce admiración; y llega un consagrado Borowsky, Weisemberg y Kempff, otro artista supremo del teclado.

Entre los violinistas que marcaron con su paso la Filarmónica, encontramos a los españoles Asiaín, el famoso Manén, un llenísimo Corvino, o la discípula de Bordas, Angelina Velasco, Luis Antón y Vitoria, que también cosecharon grandes triunfos. De los extranjeros es preciso destacar, entre otros, a Ysaÿe, Thibaud (su novena y última visita fue en 1946, interpretando la “Sonata Kreutzer” como nadie más sabía hacerlo), Bagarotti, Franco Gulli, el sorprendente Szeryng, Heifetz, Ida Haendel, y un joven Taschner, que el público de 1943 acompaña hasta el hotel aplaudiéndole sin cesar tras su actuación.

Entre los violonchelistas es imprescindible destacar la presencia del gran Cassadó, que actúa más de diez veces en la Filarmónica, una de ellas junto a Alicia de Larrocha en un inolvidable concierto. En las Bodas de Oro de la Filarmónica, Cassadó vuelve con la Orquesta Nacional, como protagonista del concierto de Dvorak. El chelista se emociona entonces con sus recuerdos ovetenses, al ocupar el escenario donde había debutado casi cincuenta años atrás. En cuanto a los guitarristas, la Filarmónica recibe a maestros como Andrés Segovia, Sainz de la Maza. También destaca el arpista Nicanor Zabaleta.

Un teatro que concentra historia y talento.

La época resulta propicia para escuchar también voces estelares, como Victoria de los Ángeles, que debuta en la Filarmónica en 1945, a los 22 años de edad, o Pilar Lorengar, en los comienzos de su brillante carrera. Además, hay que citar a Rosy Valenzuela, acompañada por Tordesillas, con el que contraerá matrimonio; Marimí del Pozo, sobrina de Ofelia Nieto y de Ángeles Oteín, y Nan Merriman, artistas también de gran calidad.

En esta época de 1939 a 1957, una vez concluida la Guerra Mundial, llegan artistas y formaciones diversas. Tríos notables son el Italiano de Casella, artista ya conocido de los socios como intérprete y compositor; el famosísimo Trío de Trieste, cuyos componentes tocan sin partituras; el famoso Trío Pasquier de cuerda; el de Budapest, o el de Cámara de Berlín. Además, hay que destacar el Trío formado por Cassadó-Dallapicola-Michaeles (clarinete, chelo y piano), donde destaca la novedad de Dallapicola, como representante de la composición dodecafónica, aunque en esta ocasión se limitan a los autores clásicos.

Por otro lado, los cuartetos demuestran en esta época una calidad elevada, como acreditan el Cuarteto Húngaro, el Lener, de Roma, Loewnguth, Dresde, Poltronieri, el Belga, el Clásico de Madrid, y la Agrupación Nacional de Música de Cámara, que durante varios años visitará la Filarmónica, y a la que se une Aroca como pianista en formación de quinteto. A este respecto, el Quinteto instrumental de París, el de Roma, Quinteto de Viento de Barcelona, el de la Academia Chigi de Siena, y el de Francfort dejan igualmente un grato recuerdo a su paso por la Sociedad.

Las orquestas españolas son admiradas por los socios desde los inicios de la Filarmónica. Así sucede con la Orquesta Municipal de Bilbao, que se presenta en 1940, dirigida por el Maestro Jesús Arámbarri, y que repite casi todos los años hasta 1955. O la Orquesta Municipal de Barcelona, que ofrece un concierto junto al eminente compositor y director Eduardo Toldrá. En 1944, hace su presentación la Sinfónica de Asturias con Ángel Muñiz Toca al frente, verdadero artífice de esta agrupación. Ángeles Abruñedo y César San Narciso actúan como solistas, a los que seguirán figuras como Manén, Achúcarro, Sáinz de la Maza, Mari-Loli Higueras, Arizcuren, P. de la Riva, o Mario Nuevo.

La Orquesta Sinfónica de Madrid regresa a la Filarmónica en 1940, dirigida por José María Franco, discípulo de Arbós. En esta ocasión se rinde homenaje a la labor de este gran maestro. La orquesta acudirá con frecuencia junto a diferentes directores, entre los que merecen citarse Conrado del Campo, Toldrá, Pistoulari, Von Benda y Ernesto Halffer.

Como adelantamos, la Orquesta Nacional se presenta en 1950 con Cassadó como solista, bajo la dirección de Argenta, que entonces comparte el atril con Pérez Casas, el director titular. Esta orquesta fue pieza fundamental en las Bodas de Oro de la Sociedad. La Nacional interpreta en esta fecha la Novena de Beethoven con el Orfeón Donostiarra, dirigido por el inolvidable Gorostidi. La acogida del público fue tan entusiasta que el propio Argenta, bajo el amparo de Don Pedro Masaveu Masaveu, sugiere la repetición de la Novena al día siguiente, con tal éxito de aplausos y griterío, que hasta tuvo que repetirse la propina, la obertura de «La Revoltosa”.

En cuanto a las grandes orquestas extranjeras, hay que anotar la Sinfónica de Stuttgart y la Filarmónica de Berlín, contratada para la inauguración del nuevo Teatro Filarmónica, el 17 y 18 de mayo de 1944. Tachner reaparece aquí como concertino. Los socios todavía recuerdan la propina del segundo concierto de los berlineses, una magnífica obertura del «Tannhäuser” wagneriano. A su vez, el maestro Knappertsbusch, director de la formación alemana, recordará gratamente los resultados artísticos de aquella gira, y la gran acústica de la sala ovetense.

Otro de los momentos estelares es la visita de Béla Bartók en 1931, artista que emergía en aquellos momentos. Bartók, que llegó acompañando a la soprano Mme. France de Montaut, estrena además su «Suite 0p. 14”, que provoca a su alrededor numerosos comentarios, ya que se trata de un compositor discutido en aquellos tiempos. Cincuenta años más tarde, Bartók será el protagonista de un concierto-homenaje, en el que intervienen el violinista León Ara, el pianista Tordesillas y Carmelo Bernaola, conocido compositor y clarinetista. El programa lo forman dos obras de Bartók, la «Sonata” póstuma para violín y piano (1963), y «Contrastes” (1938), además del estreno mundial de «Homenaje a Béla Bartók”, de Bernaola. Entre otros estrenos importantes, citamos también las «Tres Cantigas de Madre” de Guillermo García-Alcalde, en diciembre de 1996. La obra fue interpretada por la soprano canaria Maria Orán y la pianista Chiky Martín.

Una efeméride imborrable en la historia de la Filarmónica fue su centenario, que se celebró con un concierto conmemorativo en 2007. Festejamos el centenario en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y Coro de la Fundación Príncipe de Asturias, bajo la dirección de Maximiano Valdés. En este cumpleaños se interpretó con gran éxito la “Sinfonía nº 3 en re menor” de Mahler.

Así, la Sociedad Filarmónica inició en junio de 1907 una historia extraordinaria, realizando una labor educativa fundamental en el asentamiento de una base musical sólida, de la que actualmente goza la ciudad de Oviedo.

Este recorrido centenario se debe al apoyo de los socios, verdaderos protagonistas de la vida de nuestra Filarmónica, quienes la mantienen con entusiasmo tras contribuir a su renacimiento.

No te quedes solo con leer la historia, ven y siéntela…

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